martes, 29 de noviembre de 2016

EL NIÑO Y SU EDUCACIÓN EN LA EDAD MEDIA... (LA EDAD DE LA CRISTIANDAD; CONTRA LA IDEOLOGIZADA LEYENDA NEGRA)


Es necesario resaltar que en el mundo de la antigüedad se valoraba muy poco a los niños y desde el comienzo los primeros cristianos condenaron el aborto y el abandono de los recién nacidos. En la Roma antigua el padre tenía un poder absoluto sobre los niños, la famosa pater potestas era un régimen difícil de imaginar para nosotros. Cuando nacía un chico se lo colocaba a los pies del padre y si éste lo levantaba quería decir que lo aceptaba y el chico iba a vivir, pero si le daba la espalda significaba que lo rechazaba y el niño iba a la muerte. Soranos de Efeso (siglo II de nuestra era) fue tal vez el primer ginecólogo y pediatra, pero es interesante saber que definía como uno de las principales funciones de la puericultura como “el arte de decidir cuáles son los recién nacidos que merecen ser criados.” (Gynaecia 2, 5). El famoso Séneca nos refiere que “... estrangulamos a un perro rabioso, ahogamos a lo niños” y Tácito se sorprendía de la costumbre de los judíos de no suprimir a ningún recién nacido. Un tal Hilarión, que vivió en el primer siglo de nuestra era, le escribía a su mujer: “Te pido y te suplico que cuides mucho a nuestro hijo pequeño..en cuanto al que viene, suerte para ti si es varón, si es mujer arrójala.” Es interesante ver como, en esta época en la que se pensaba de esta manera, aumentaban los abortos, se multiplicaban los divorcios y las uniones ilegítimas, nacían tan pocos niños que se dictaron leyes en Roma en las que se estipulaba una reducción en el monto de la herencia a las parejas sin hijos. Como vemos todo esto empezamos también a vivirlo nosotros en nuestra sociedad. Señalemos que en Holanda ya se ha empezado a discutir la eutanasia para los recién nacidos y los menores de 12 años y la decisión, tal como lo propugnaba Soronos en Roma en el siglo II, puede estar en manos de los médicos. Como vemos Occidente se aleja del espíritu que le dio origen, niega sus raíces y vuelve a lo peor de la Antigüedad. La tradición de los pueblos germanos que invadieron Roma no era muy diferente.
Durante los siglos XI, XII y XIII hay un aumento notable de la población europea lo que atestigua el cuidado que se daba a los chicos. Un poema de principios del siglo XIII enumera los elementos que había en las casa de campo para atender a los bebés. Cunas, vestidos, biberón, andadores, juguetes y palanganas para su baño ya que debía bañárselo dos veces al día.
A partir del siglo V los monasterios comienzan a recibir a los niños abandonados, sobre todo de las clases populares para las que representaban una carga. Su número fue muy grande, ya que incluso hubo abades que se quejaban de que los monasterios se habín transformado en verdaderos jardines de infantes. Los padres podían visitar a sus hijos. Se prescribe que deben tener buena comida, vestido adecuado y calefacción en invierno y se indica que deben tener recreos y se recomienda que el Abad premie a los buenos con algunas golosinas.
Todo este espíritu que impregna la educación tuvo una gran influencia en la sociedad ya que muchos monjes fueron nombrados obispos y en crearon en sus diócesis escuelas parroquiales para la instrucción de los laicos. Por ejemplo el obispo Teodulfo de Orleans ordenó que en todos los pueblos de su diócesis hubiera una escuela y que “cuando los fieles les confíen sus niños para aprender las letras, los reciban y los instruyan con toda caridad y no exijan por ello ninguna paga.” Lo mismo sucedió en toda la Europa del siglo VII. Carlomagno en el 803 recuerda a los padres que deben enviar a sus hijos a las escuelas y en la escuela de su palacio de Aquisgrán estudiaban los niños de origen humilde al lado de los hijos de los nobles.
En el siglo IX una mujer, llamada Dhuoda, escribió un “Manual para mi hijo” que es el primer tratado de educación y además escrito por una mujer. Uno de los principales consejos que le da a su hijo es “leer y orar”, que tenga muchos libros y los estudie.
Siguiendo con este espíritu los obispos ordenan en los siglos XI y XII a los curas párrocos a abrir escuelas para la educación gratuita de los niños y muchos señores feudales abrieron escuelas dentro de sus dominios. A estas deben sumarse las escuelas que dependían de los monasterios. A principios del siglo XII sólo en Francia había 70 escuelas dependientes de los monasterios. Una de las primeras fue la de la Abadía de Saint Denis, en las afueras de París a la que asistieron juntos en su niñez el futuro rey de Francia y Suger, que era hijo de humildes campesinos y que luego llegó a ser abad de Saint Denis y regente del reino. Suger construyó nada menos que la primera catedral en ese estilo maravilloso que es el gótico en Saint Denis, la que aún hoy podemos admirar.
El Concilio de Letrán de 1215 impuso que en todas las diócesis la obligación de abrir escuelas semejantes a nuestras escuelas secundarias, llamadas catedralicias o capitulares, en las que tanto ricos como pobres recibían instrucción gratuita desde los 7 a los 20 años. Continuó siendo gratuita en las dependientes de los monasterios mientras que en las dependientes de los obispos se hizo costumbre que los ricos pagaran y en los sucesivos concilios se castigó a los maestros que exigían que pagaran todos.
Muchos profesores famosos provenían de las clases populares y las numerosas actas notariales en las que los testigos deben firmar son un testimonio de la difusión de la escritura la sociedad de esa época.
Por supuesto que las mujeres no estaban excluidas del proceso educativo, es más, por ejemplo en el año 1206 Santo Domingo funda una escuela especial para niñas y bastaría citar los nombre de Hildegarda von Bingen, de Eloísa, Hedewijch de Amberes, mujeres de gran ilustración entre tantas otras. En un próximo artículo hablaremos de la mujer en la Edad Media sobre lo cual se tienen en general ideas totalmente falsas.
Tal fue el espíritu con el que se educó a los niños y jóvenes en la Edad Media. Y pensar que se han negado a reconocer las raíces cristianas de Europa. Esto va a cambiar siglos más tarde con el comienzo de las Monarquías absolutas.

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