sábado, 19 de enero de 2013

SOBRE EL FARISEISMO EN LOS PAPAELES DE BENJAMÍN BENAVIDES

El fariseísmo es la causa principal de la apostasía generalizada que aflige a la Iglesia; a esta causa endógena se suman, por supuesto, otras muchas exógenas que, sin embargo, se derrumbarían como un castillo de naipes si la gente que es incitada a desertar de la fe descubriera entre quienes se supone que no hemos desertado una auténtica comunidad de fe y vida, una congruencia natural entre lo que decimos y lo que hacemos. Por supuesto, no debemos confundir las inevitables debilidades de la naturaleza humana, consecuencia de nuestra condición pecadora, con el fariseísmo, que es más bien lo contrario: pues el fariseo suele ser persona soberbia y de corazón endurecido que se cree invulnerable a las asechanzas del pecado que afligen al resto de los mortales; y desde esta atalaya de engreimiento construye una religiosidad de pura fachada, una especie de fe desecada, esclerotizada, que acaba convirtiéndose en impostura. Leonardo Castellani, que nunca se cansó de denunciar el fariseísmo, estableció en su grandiosa obra Los papeles de Benjamín Benavides una gradación de este mal corruptor sumamente ilustrativa: 1) La religión se vuelve meramente exterior y ostentatoria; 2) La religión se vuelve profesión y oficio; 3) La religión se vuelve instrumento de ganancia, de honores, poder o dinero; 4) La religión se vuelve pasivamente dura, insensible, desencarnada; 5) La religión se vuelve hipocresía, y el 'santo' hipócrita empieza a despreciar y aborrecer a los que tienen religión verdadera; 6) El corazón de piedra se vuelve cruel, activamente duro; y 7) El falso creyente persigue a los verdaderos creyentes con saña ciega, con fanatismo implacable. En esta gradación, Castellani distingue entre los tres primeros peldaños, que son los más tristemente habituales, y los cuatro últimos, que califica con razón de diabólicos.
Del fariseísmo de 'primera velocidad' todos tenemos experiencia cotidiana: es la religión convertida en fachada y aspaviento, la sal que se vuelve sosa, el «profesionalismo de la religión» que decía Thibon: es un mal que prospera sobre todo en circunstancias en las que la fe obtiene un reconocimiento social; y en donde, a la vez que una multitud de no creyentes impostan ciertos gestos externos de afectada religiosidad o rutinario clericalismo, unos cuantos avispados aprovechan para sacar tajada y hacer negocio. En épocas como la nuestra, en las que la religión deja de tener el reconocimiento social de antaño, este fariseísmo de 'primera velocidad' tiende a desaparecer, aunque conserva su radio de acción de puertas adentro; en cambio, el fariseísmo de 'segunda velocidad', el más terrible y odioso, se desarrolla con una pujanza voraz y busca las estructuras de poder de la Iglesia, haciéndose a veces, incluso, con las varas de mando. Ya no tiene nada que ver con la hipocresía untuosa, con la santurronería adulona, con la ambicioncilla o intrigilla clericaloide (aunque, desde luego, las incluye), sino que se regodea en la perfidia y en el crimen, en la persecución inquisitorial del justo y en la traición de la verdadera fe, de la que el fariseo se presenta paradójicamente como su cumplidor más celoso. De la actividad de estos fariseos de segunda velocidad no tenemos una experiencia cotidiana visible, puesto que se desenvuelven en lugares donde la fe se torna burocracia y negociado; pero los efectos de su actividad contaminan toda la obra de la Iglesia. Y, cuando uno se topa con uno de estos fariseos, aunque su fe sea robusta como un roble, tiembla como un frágil junco. Es la prueba más dura a la que podemos enfrentarnos.
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miércoles, 16 de enero de 2013

EL MEJOR SEMINARIO...

Creo que el mejor seminario es el seminario que no existe. Es decir, en absoluto, ningún seminario es bueno, ni puede ser bueno pues todos los seminarios son un mal, quizás necesario o quizás el menor de todos, pero un mal al fin. Reconozco que es una afirmación osada, pero basta repasar el origen y evolución de los seminarios para entenderla y, eventualmente, justificarla.
Los seminarios son una invención reciente de la iglesia católica. Surgen como uno de los frutos del Concilio de Trento en la segunda mitad del siglo XVI. Como Ud. verá, la institución como tal tiene poco más de cuatrocientos años lo que, para la doblemente milenaria historia de la iglesia, no es mucho tiempo. Establecidos definitivamente por voluntad del papa San Pío V, fueron creados en muchas diócesis europeas, y luego también americanas, con la ayuda de algunas congregaciones religiosas, entre ellas, y como no podía de ser de otro modo, por los jesuitas, siempre prestos a colaborar con la introducción de la modernidad en la Iglesia.
No es un dato menor que los seminarios hayan sido creados por Trento. Es una acción que responde con claridad al espíritu cristalizador de ese concilio que es visto por muchos como la cumbre del tradicionalismo y que, sin embargo, fue la oficialización del espíritu moderno en el seno de la Esposa de Cristo. Los padres conciliares, ante la tremenda amenaza protestante, optaron por la solución que creyeron más adecuada: cristalizar lo que la Iglesia poseía en ese momento, con toda la carga de racionalismo que esa situación estática implicaba. Y así entonces, surge el Catecismo Romano, donde se cristaliza la doctrina; surge la así llamada Misa Tridentina, donde se cristaliza la liturgia latina según el rito romano, aboliendo definitivamente muchísimos ritos particulares que poblaban las diversas diócesis de Occidente, perdiéndose de ese modo enormes riquezas que habían sido, ciertamente, expresión del Espíritu a lo largo de los siglos; y surgen también los seminarios con el fin de cristalizar la formación de los clérigos según normas doctrinales únicas y, justo es decirlo, para garantizar un cierto nivel de conocimientos y de moralidad que el antiguo sistema no siempre era capaz.
Hasta el concilio tridentino no existían seminarios. El joven, terminado sus estudios iniciales, asistía a la universidad donde cursaba las artes liberales, es decir, estudios filosóficos en sentido amplio, y luego hacía sus estudios teológicos. Si en algún momento consideraba que el estado clerical podía ser una elección de vida, buscaba un obispo quien, luego de conocerlo durante algún tiempo, le confería las ordenes menores y, cuando lo consideraba apto, lo ordenaba sacerdote. Es por esto que la mayor parte de los estudiantes de las universidades medievales eran clérigos, pero no seminaristas. Este modo mucho más natural y libre de acceder a la clericatura comportaba también algunos problemas. Por ejemplo, no era fácil conocer las condiciones morales del candidato, pero lo medievales estaban lejos de ser donatistas y, por otro lado, los pobres difícilmente podían acceder al sacerdocio puesto que sus escasos medios no les permitían acceder a los estudios universitarios.
La evolución de los seminarios no fue, según me parece, adecuada. Poco a poco fueron cayendo en una incurable infantilización. Infantiles eran sus lecciones, consistentes en muchos casos en poco más que un catecismo. Infantil su disciplina: recuerdo que un sacerdote anciano que se había formado en los años ´30 en el seminario de Devoto, regenteado por los jesuitas, me contaba que tenían prohibido, entre otras cosas escuchar tango y que hasta que eran ordenados diáconos, es decir, hasta los 24 o 25 años, los hacían formar en filas en los pasillos y así dirigirse a las aulas. Infantiles en la vida moral y afectiva, con una espiritualidad mostrenca basada en el cumplimiento de ejercicios piadosos que culminaba en una aproximación exclusivamente voluntarista de la vida de perfección. Infantil era el método de estricto encierro durante más de siete años a que sometían a los estudiantes, quienes sufrían además una estrecha vigilancia y continua sospecha, y que, luego de la ordenación, y de un día para otro, los soltaban en medio del salvaje mundo real. (Nunca entendí bien por qué ese empeño de que el cura secular se forme en tal apartamiento del mundo cuando su vida transcurrirá inmersa en el mundo). Como esto, tantas otras cosas provocaron que, con el tiempo, la institución seminaril fuera degenerando hasta llegar a la decadencia de la que nos hablaba el Padre Castellani
Si me pregunta cuál es la solución, sinceramente no sabría qué decirle. Estaría tentado en sugerir que se cerrarán todos los seminarios y mandar a los que quieran ser curas a la universidad como cualquier hijo de vecino, mientras vive con su familia, o con quien quiera, pero la experiencia holandesa al respecto significó la desaparición total de los candidatos al sacerdocio en ese país.
En mi humilde opinión, sin embargo, me atrevería a sugerir dos medidas:
1) Recibir candidatos al sacerdocio que hayan completado ya una carrera universitaria. Con eso se aseguraría una cierta madurez que un adolescente de 18 años hoy no posee. Al pobre muchachito se lo embarca en una carrera no exenta de presiones que finaliza a los 24 años con la imposición de manos sin que muchas veces el joven haya podido tomar una decisión completamente libre, y sin saber con claridad a lo que renuncia y a lo que se compromete. Hace cincuenta años un joven de 18 años podía ser un buen padre de familia; hoy apenas si tienen madurez para elegir el color del buzo que lo identifica a él y a sus compañeros como egresados, y esto sucede aún en los mejores y más católicos colegios.
2) Poner como formadores a personas idóneas. Y ser idóneo para formar jóvenes en un compromiso existencial como el del sacerdocio no significa solamente ser un curita piadoso. Se necesitan condiciones intelectuales, morales y de equilibrio psicológico y afectivo que no siempre se tienen en cuenta. Conozco un seminario, que pasa por ser el más conservador del país, pero que, desde sus inicios fue regenteado por improvisados. Hoy, todos sus superiores son muy buenitos, rezan el rosario todos los días, hablan de Santo Tomás y hasta se animan a decir algún latinazgo en las Misas, pero como formadores, ¡Dios nos libre y guarde!, el daño que hicieron y siguen haciendo en las almas de los jóvenes que allí buscan formarse.
Una medida que sí tomaría sin dudar un instante, si eso estuviera en mi poder, sería la de abolir definitivamente los seminarios menores. Se trata, sin más, de una aberración. Y esto por muchos motivos. Veamos:
1) Los adolescentes que allí viven durante todo el año son, en su gran mayoría, hijos de buenas familias católicas. ¿Qué sentido tiene entonces sacarlos de ese ámbito, que es el suyo natural, para llevarlos a vivir todos amuchados, durante años, con la enorme fragilidad afectiva y psicológica propia de cualquier chico de esa edad? Ud. me dirá que se los aparta de los peligros del mundo, de la televisión, de Internet, de las amiguitas descocadas, y de muchos más. Pero ¿pensó Ud. en los peligros a los que los expone?
2) Si en los seminarios mayores los formadores difícilmente son aptos, en los menores lo son muchos menos. En general, se busca para esos puestos al curita joven y muchachero, recién salido del seminario, a fin de que entienda la problemática del adolescente. ¡Terrible error! Ese curita es apenas un poco menos adolescentes que sus alumnos. ¿Qué experiencia tiene en el trato con almas? ¿Qué conocimientos de psicología humana? Es enorme el daño que puede hacer metiéndose en las profundidades del alma inmadura de esa criatura en las largas sesiones de dirección espiritual. Ud. me dirá: “Ese curita posee la gracias de estado”. Y yo le respondo: “!Un cuerno!” La gracia supone la naturaleza (y no la crea, como pretendía un cura que conozco) y un pibe de 25 años, por más cura que sea, sigue siendo un pibe de 25 años del siglo XXI, un poco más maduro y estable, en el mejor de los casos, que sus pares del mundo. Y, muchas veces, con tortuosidades afectivas y psicológicas, fruto de la malformación que soportó durante sus siete u ocho años de formación, que lo hacen el menos idóneo para aventurarse en tamaña empresa. Ya nos advertía el Señor acerca de lo ocurre cuando un ciego guía a otro ciego.
3) Ud. me dirá que si ese adolescente no va al seminario corre el peligro de perder su vocación. Y yo le respondo, estimado lector, que el tema de la vocación es un macaneo de los curas. La única vocatio o llamada que existe es la que hace la Iglesia, a través del obispo, el día de la ordenación: “Acérquense el que va a ser ordenado presbítero: Juan Pérez”. Ese el llamado o vocación, y no hay otra. Lo que hay, en todo caso, es un acto de la voluntad plenamente libre de la persona que decide consagrarse por entero al servicio del altar y, como consecuencia de esa decisión, el Buen Dios le da las gracias que necesitará para llevar a cabo ese proyecto de vida. Me preguntará Ud., quizás con escándalo, de dónde saco yo tamaña herejía. En primer lugar, la saco de los Padres de la Iglesia. Concretamente, San Benito es muy claro en su regla cuando dice que la llamada a la vida de perfección evangélica es universal, es decir, es para todos. “Todos pueden ser monjes”, asegura. Sólo es necesario tomar la decisión y ser recibidos por el abad y aceptados luego por la comunidad monástica. En ningún lugar de la Regla aparece ese supuesto “llamado” que Dios haría a algunas almas privilegiadas. Dios nos llama a todos a ser perfectos como es perfecto su Padre, y cada uno decide de qué modo llevará a cabo esa perfección: como seglar, como religioso o como sacerdote.
En segundo lugar, por una cuestión histórica. La idea de “vocación” o de “discernimiento vocacional” es muy reciente. El lenguaje católico habló durante siglos de “elección de estado”. Y la diferencia es fundamental: la elección es la proairesis de la que hablaba Aristóteles (como bien sabrá cualquier abogado egresado de la UCA), es decir, la elección de los medios que llevarán a la consecución del fin último. Esta elección surge esencialmente de un acto voluntario, esto es, aquel que es originado por mí y en el que yo estoy envuelto; un acto del que yo tengo el principio y del que yo soy señor. Se trata de “elegir estado”, de un actuar voluntario y concreto, y no de “descubrir la vocación”, lo cual implica más bien un passio, en tanto que la vocación estaría allí y yo no tendría más que develarla. El que elige soy yo, porque Dios me hizo libre, y en virtud de tal elección seré merecedor del premio o del castigo.
Terminaré proustianamente con el relato de una anécdota personal absolutamente cierta e ilustrativa. Hace ya varios años me enteré de que el hermano adolescente de un amigo, de no más de catorce años, había ingresado al seminario menor del IVE. Lo recuerdo aún, delgado y rubiecito, buen chico, educado, simpático y piadoso. La suya era una familia católica practicante que educaba a sus hijos en el temor de Dios, cuidando de que no se contagiaran con la tilinguería de zona norte y haciendo todo lo que estaba a su alcance para que se convirtieran en hombres y mujeres de bien. Me pareció inconcebible que esa familia hubiera permitido que uno de sus hijos se alejara de ellos para ingresa al menor, y me enfureció mucho más el hecho de que un sacerdote pudiera permitirse influenciar de tal modo el alma del muchacho, con las dosis de terror con las que habitualmente se manejan (“Temo al Dios que pasa y no vuelve”, le dicen a los chicos).
Mi abuela, debo admitirlo, es una fiel devota del IVE. Las hermanitas grisazuladas merodean por su casa cada vez que deben viajar a Islandia, Tayikistán o Papúa y necesitan algunos pesos para solventar el pasaje. Además, contribuye desde hace años con un abono mensual que, estamos seguros, sufre un ajuste acorde al ritmo de la inflación real. Se trata, claro, de una devoción a distancia. Hace cinco años nos anunció que se iría por un mes al monasterio que las matarazas tienen en San Rafael. Sus futuros herederos nos aterrorizamos previendo que los campos y las vaquitas que algún día aliviarán nuestras economías domésticas se convertirían en donaciones al IVE quienes, a cambio, le otorgarían graciosamente un lugar en su cementerio del Chañaral y hasta la enterrarían con el hábito grisazulado para asegurarle la salvación eterna. Respiramos aliviados cuando, a los cuatro días de su partida, nos anunció su regreso anticipado debido a cuestiones de salud. Yo estoy seguro que el motivo fue bastante más frívolo que sanitario: las hermanitas le habrán servido té “La Virginia” medio frío en tazas de lata, y yo conozco a mi abuelita y su apego por la porcelana de Brother´s y por el Ceylan tea.
El año pasado mi abuela nos invito a una comida a su casa, “Sin niños”, claro está. Entre otros, había una buena señora cuyana, vecina de las matarazas, a quien mi abuelita estaba alojando debido a un tratamiento médico que la mujer se realizaba en Buenos Aires. En un momento, y para darle alguna participación en la conversación, se me ocurrió preguntarle por el muchachito hermano de mi amigo, quien, a esas alturas, sería ya sacerdote. “Ah, el Padre Tal -me dijo-, estaba en la parroquia de San ......, pero hace unos meses dejó el sacerdocio”. Todos nos quedamos asombrados y yo no tuve mejor idea que preguntar qué había pasado. La señora, eludiendo las normas de urbanidad y mostrando su falta de roce, como después me informó mi abuelita, respondió: “No sabemos. Nunca dicen por qué dejan los padres. Pero el Padre Tal se notaba que iba a dejar. Ud. no sabe cómo miraba a las chicas!”.
Imáginese Sr. Anónimo, al pobre curita de 25 años, que desde los 14 estaba encerrado con muchachitos como él, escuchando a sus (de)formadores diciéndoles que con rosario y cilicio se vencen las tentaciones, expuesto ahora, de un momento para otro, a escuchar diariamente las confesiones de sus bellas y sugerentes feligresas que le contarían los refocilos que tendrían con sus novios y amigos... Hace un mes me crucé con mi amigo y le pregunté por su hermano el ex cura: “Y ahí anda, más o menos. Ahora consiguió un trabajito sacando fotos en casamientos y cumpleaños”. Otra vida arruinada por K. y sus muchachos, y van... ¿cuántas? El que lo sepa, que cante. Dicen que muchas más de cincuenta, pero es el secreto mejor guardado de IVE.
Como Ud. verá, Sr. Anónimo, no he respondido su pregunta. No creo que haya algún seminario bueno en Argentina. Desde las cartas de Castellani las cosas cambiaron, para peor.

viernes, 11 de enero de 2013

MENSAJE DE NAVIDAD 2012

Con la Encarnación de Dios en las entrañas purísimas y virginales de María, se nos abre a nosotros una nueva perspectiva que no es otra que la perspectiva de la Felicidad Eterna, se nos abren las puertas del Cielo que habían sido cerradas por el pecado de nuestros primeros padres en el paraíso del Edén.
Acojamos pues en este día luminoso la invitación angélica y evangélica del Gloria in excélsis Deo, et in terra pax homínibus bonae voluntátis.… y repitámosla como para suscitar dentro de nosotros una adhesión más convencida y segura: donde se honra a Dios, se honra también al hombre; la gloria de Dios es el fundamento de la dignidad del hombre, -si el hombre no da gloria Dios, a su Dueño y Redentor, no existe para él, ninguna dignidad y por lo tanto ningún derecho para él puede existir, -por miserable y por injusto-. Decía el Papa San León Magno que: el Nacimiento de Cristo señala, en nombre del Padre de los cielos, el itinerario de la paz en la tierra. Natalis Domini, natalis est pacis .
En este mundo contemporáneo, todos podemos dar testimonio, de que hay una gran necesidad de paz. Ante muchas situaciones de la historia en vía de actuación, se deberá decir que la tierra ha agotado sus provisiones de paz; una paz que la experiencia trágica de las dos guerras mundiales que han ensangrentado la primera mitad del siglo pasado y que al finalizar, se había enriquecido de estupendas promesas de paz y entendimiento entre las naciones, han fracasado y esto es porque se busca la paz al margen del Autor de la Paz..  Los hombres siguen siendo aún adversarios los unos de los otros. La injusticia, el egoísmo, el hambre y la miseria despiertan todavía instintos de lucha, de delincuencia. Los pactos sacrosantos de la concordia y de la colaboración entre los pueblos parecen aún incapaces de sostener el peso de sus compromisos a renunciar a la violencia.
El miedo a los modernos y terribles armamentos químicos y nucleares, el espantoso fantasma de una ciencia inhumana que viola la Ley armoniosa de Dios y que manipula de una manera nunca vista el derecho fundamental del hombre, que es el derecho a la vida, es incapaz de suscitar hoy más que ayer la paz verdadera, y que sigue quitando el sueño a los que rigen los pueblos, que no pueden prever la paz sin la defensa de unos medios de guerra y de muerte cada vez más potentes. La paz parece dejar libre el campo a nuevas e inverosímiles hipótesis de bélicos furores...
Por todo esto queridos fieles y amigos, debemos renovar en este día santo y a los pies del portal de Belén, la sumisión a su reinado y reconocer el señorío que Dios tiene sobre nosotros. Que la Virgen Santísima y San José, nos protejan y bendigan nuestros proyectos, nuestras cosas y nuestras vida.
Feliz Navidad a los hombres y mujeres de buena voluntad.





AÑO NUEVO, PLAZA NUEVA

Las vías de comunicación con la Capital Federal Argentina (312 Km. de distancia) y es muy accesible llegar ya sea en auto o en bus desde capital por la ruta Nacional Nª 7 que une Bs.As. con Mendoza, o desde la ciudad de Rosario en Sta. Fe.; también existe un servicio semanal de ferrocarril (ex Gral. San Martín)
Vedia cuenta en la actualidad con una población aproximada de 9.000 habitantes, siempre se destacó por basar su economía en la actividad agrícolo-ganadera.
El motivo central de esta entrada en nuestro blog es para compartir con ustedes una gran alegría no solo nuestra, sino también de todos los pobladores de Vedia y es que el pasado Lunes 30 de Diciembre el Sr. Intendente Municipal Dr. Alberto Conocchiari ha reinaugurado la plaza Rivadavia, ésta es la plaza principal del pueblo que comenzó a ser restaurada y modernizada hace cosa de dos años más o menos y que por motivos que no vamos a detallar aquí, tuvo que ser paralizada la obra por orden de un juzgado provincial.
El tema es que solucionado esos inconvenientes y junto a una gran concurrencia de vecinos de Vedia, nuestra plaza ha sido reabierta y debemos reconocer que ha quedado muy hermosa, moderna y le da al centro de la nuestra ciudad una nueva imagen.
Aquí vamos a compartir con ustedes algunas fotos que hemos tomado de la nueva plaza como así también de nuestra ciudad para que pueda usted conocer algo de este noroeste bonaerense. Por último sería más que interesante que a plaza nueva se le diera nuevo nombre, ya que el que tiene actualmente le rinde homenaje al tan mentado  mulato y masón Bernardino Rivadavia, damos esta humilde idea ya que estamos en la era de los cambios y las novedades, es por eso que aquí aprovechamos a dejar algunos nombres que se le podría poner, ya que son nombres de próceres y caudillos que hicieron grande a nuestra Patria:  Gral. José de San Martín, Gral. Manuel Belgrano, Brigadier Gral. Don Juan Manuel de Rosas, Facundo Quiroga, Manuel Dorrego ó Angel Vicente (el chacho) Peñaloza etc…

Plaza Rivadavia

Iglesia del Sgdo. Corazón


Vista nocturna de la Pla

Una de las Escuelas 


Moderno edificio en una de las Av. céntricas


Palacio Municipal

LOS VERDADEROS CRISTIANOS DEBEMOS VESTIRNOS SEGUN LA LEY DE DIOS

1. Cuando la llamada "minifalda" apareció por primera vez en los EE.UU. (en los años 70) muchas mujeres cristianas se adaptaron rápidamente a la nueva moda. Lo que antes se consideraba como algo inmodesto de repente llegó a ser "aceptable" porque era el "nuevo estilo" y "todo el mundo lo llevaba".
2. Sé que a veces suena a un "diskete dañado" el repetir hasta el cansancio de cómo debe vestirse un cristiano siempre, pero particularmente para asistir a la iglesia; debemos comprender que el cristiano no es libre para usar su cuerpo como él quiere sino como Dios quiere, si es que se reconoce a Dios como el autor de la vida, Señor y Rey nuestro.
3. El cristiano no debe preguntarse: ¿qué me voy a poner para estar de moda? sino ¿qué es lo que Dios quiere que me ponga?, debemos recordar que se puede estar moderno y elegantemente vestido sin caer en las vestimentas escandalosas.
Desgraciadamente y consecuencia de la gran apostasía de la Fe en todos los ámbitos de la vida, hoy en día, la mayoría de las personas creen que el vestirse con modestia es un concepto demasiado "anticuado" para estos tiempos modernos. Los medios de comunicación manejados por los enemigos de Dios y por los poderosos de este mundo que combaten contra la moral cristiana, nos enseñan a seguir la corriente de los diseñadores modernos para no estar fuera de lugar. Nos hablan como si el "estar de moda" fuera una de las cosas más importantes de la vida y (lamentablemente) muchos católicos se lo creen.La modestia en el vestir y en el andar cotidiano, es una virtud que regula los movimientos del cuerpo, la vestimenta, los gestos y las palabras. Como fruto del Espíritu Santo, todo esto lo hace sin mucho trabajo y como naturalmente,  además dispone todos los movimientos interiores del alma, para vivir en la presencia de Dios. Nuestro espíritu, que es ligero e inquieto, está siempre revoloteando para todos lados, apegándose a toda clase de objetos y aturdiéndose sin cesar. La modestia lo detiene, lo modera y deja al alma en una profunda paz, que la dispone para llenarse de la presencia de Dios.
Aquí les hemos traído algunas imágenes de cómo se puede vestir cristianamente y de una manera moderna, es verdad que insistimos en la mujer y es porque los enemigos de Dios bien saben que destruyendo el pudor y el buen gusto de la mujer, se destruye la familia, ya que la mujer es la célula fundamental de un hogar cristiano.